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sábado, 13 de noviembre de 2010

Al alma nunca le falta la presencia de Dios…


El mirar hacia adentro pasa por un proceso de evolución. Al principio, la amorosa luz interior es casi imperceptible, es tan delicada que el alma, poco acostumbrada al ejercicio de la meditación interior, es totalmente sensible, como quien abre los ojos al amor…
Ninguno de los poderes del alma, que son guiados por el ego, tales como el entendimiento, la memoria o la voluntad, deben ser activados en el proceso de la contemplación interior. En cuanto todos se acallan comienza el místico camino donde lo divino y lo humano se encuentran… En la profundidad de este silencio solo se escucha una advertencia amorosa, Dios está dentro de nosotros… al alma nunca le falta la presencia de Dios…

Mariela, desde Mi Jardín...

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