Inténtalo. Tu aporte es importante y valioso. Desde dónde estés. No importa dónde sea…
No importa que nombre le des a tu Dios. Es el mismo Universo el que compartimos tú, él y yo. Él te considera valioso, por ese motivo estás aquí…
Ponte cómodo, cierra los ojos…
Relájate, respira profundo, muy profundo… Una y otra vez.
Concéntrate. Respira como empujando al aire dentro de ti, recorriendo todo tu cuerpo hasta la punta de tus pies.
Observa como pasa por tu pecho, y sigue su camino; luego libéralo.
Relájate más y más…
Imagina ahora que de tu cuerpo se emana una luz muy brillante y muy cálida. Una luz sanadora de dolores, de tinieblas, de angustias, de tristezas, de injusticias, de diferencias racistas, de oscuridad…
Esa luz, ilumina todo aquello a tu alrededor, ilumina a los seres que tienes a un lado y al otro de ti. Ilumina los objetos, los árboles, las plantas, los animales.
Ilumina no sólo a tus seres más queridos y a tus amigos, también ilumina a aquellos seres a los que no amas tanto y hasta a tus propios enemigos. Ilumina a tus compañeros de trabajo, a las personas con las que te topas día a día casi sin conocerlos…
Esa luz es cada vez más potente y se extiende más allá de tu vecindario, de tu ciudad, de tu país. Ahora observas cómo iluminas con tu luz a todo el planeta, sin distinción de países, sin distinción de continentes.
Es como si pincelaras con tu luz.
Ahora todo es luz, no existe más la oscuridad ni las tinieblas. Ve como la paz fluye a través de ti y bendice al planeta y a toda la creación de Dios.
Envíale ahora pensamientos amorosos al planeta entero, entonando silenciosamente: "Dios te bendiga, Te amo, Que
Y deja que Dios se haga cargo y se ocupe del resto…
Y que así sea.
Esa luz es maravillosamente eterna! Tú sólo has logrado que el mundo, que el universo entero se haya iluminado con luz de amor! Felicitaciones… Disfruta de cuánto brillo, amor, dulzura, paz y armonía has aportado al mundo. Tú también te lo mereces…
Gracias, gracias, gracias!
Mariela, desde mi jardín…
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