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martes, 12 de enero de 2010

La Contemplación...

El maestro indio Osho acostumbraba contar esta historia a sus seguidores, y añadía un comentario:

“Juzgar y opinar son solo estados de la mente, y la mente necesita apresurarse con juicios porque permanecer en el proceso suele ser azaroso e incomodo. Pero el viaje nunca termina. Un sendero termina, otro comienza; una puerta se cierra, otra se abre. Solo quienes tienen el coraje de no preocuparse por sus metas individuales podrán disfrutar de la travesía, viviendo el momento y creciendo dentro de el. Solo así se puede entrar en la totalidad.”



El siguiente relato de sabiduría taoísta puede ayudarnos a recordar hasta que punto necesitamos estar libres de prejuicios si es que deseamos conectarnos con la vivencia de totalidad que nos trae la verdadera contemplación de la realidad…

Se cuenta que, en una antigua aldea de China, vivía un viejo muy pobre cuya única posesión preciada era un bello caballo blanco, del cual se negaba a desprenderse, aunque el propio rey había intentado comprárselo.

- Este caballo no es un animal para mi- respondía el viejo-, es un amigo. ¿Cómo puedo vender a un amigo?

Una mañana, el viejo descubrió que el caballo no estaba en el establo. Todos sus vecinos se acercaron, preocupados, y comentaron:

- ¡Esto es una desgracia! Hubiera sido mejor vender el caballo, porque ahora te lo robaron...

El viejo respondió:

- Ustedes se apresuran. Lo único que podemos ver es que el caballo no esta en el establo. Si eso es una desgracia o una bendición, no lo sabemos, porque solo estamos ante un fragmento de la totalidad. ¿Quién sabe que nos traerá el día de mañana?

La gente se rió de sus comentarios, pero resulto que, al cabo de una semana, el caballo –que no había sido robado, sino que había escapado a la pradera- regreso.... y junto con el trajo ¡una docena de caballos iguales!

Esta vez, los vecinos se alegraron y le dieron la razón al viejo:

- Estabas en lo cierto, se trataba de una bendición, no de una desgracia.

Pero el viejo volvió a insistir:

- No se apresuren, están yendo demasiado lejos. Como si opinaran acerca de un libro habiendo leído solo una frase....

El viejo tenía un hijo, que rápidamente comenzó a entrenar los caballos, y unos días después, cayo de uno de ellos y se quebró ambas piernas. Los vecinos comentaron entonces:

- Esto si que es una desgracia. ¿Quién podrá ayudarte ahora?

El viejo no se inmuto:

- Seguimos sin poder afirmar si es una desgracia o una bendición. Solo sabemos que mi hijo se quebró las piernas.

Dejen de estar obsesionados con juzgar.

Apenas unas semanas mas tarde, esa nación entro en guerra, y fueron reclutados todos los jóvenes de la aldea...menos el hijo del viejo, porque estaba limitado en sus movimientos. Angustiados por la enorme pena de no saber si volverían a ver vivos a sus propios hijos, los vecinos le dijeron al viejo:

- Esta vez, no nos podrás negar que lo tuyo es una bendición, porque, aunque tu hijo esta postrado, por lo menos lo tienes contigo.

El viejo reitero:

- Bendición o desgracia, ¡nadie lo sabe! Solo digan que sus hijos fueron obligados a ir a la guerra y el mío no. Lo demás, dejémoselo a Dios, a la totalidad.

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