Amigos del Jardín

En este Jardín de Aromas, los sueños se vuelven realidad... Gracias... por formar parte de mi Jardín!!

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El Jardín encantado…


Cuento de Perla Sosnowsky, adaptado por Mariela.
Los habitantes del jardín encantado renacen cada sábado. La magia viene de las manos de las hadas, vestidas de blanco con volados etéreos.
Ellas, primorosas, llevan una pequeña pianola que hacen sonar porque los moradores de la vieja casona están tristes…piden una y otra vez encontrar al niño escondido, que quiera jugar con ellos…
Sus voces se esparcen entre pájaros y flores.
Las hadas con suaves acordes de pianola, llama a los habitantes del jardín y les piden ayuda. Ellos responden alegres.
La araña que vive hilando en un rincón de la glorieta, con sedas de varios colores, ofreció tejer una escalerita, subir al altísimo pino y desde ahí buscar al niño.
Mientras la araña tejía afanosamente, los jazmines se pusieron a hablar del problema con sus hermanos de jardines vecinos.
También querían ayudar las hormiguitas: entrarían sigilosamente a la casa a buscar en cajones y rincones, una pista que las lleve a un niño.
¡Buena idea hormiguitas! Todos les desearon buena suerte.
En tanto, el colibrí repartía noticias entre petunias y primaveras, y la calandria cantaba desde el fondo de su corazón, para borrar las tristezas.
Pocas veces hubo en el jardín tanto movimiento, las flores esparcían sus más caros aromas para conquistar corazones de niños escondidos.
Las plantas acentuaban su verdor para ayudar a atraerlos. Las vagabundas golondrinas respondieron a los ruegos de gorriones y mariposas, y detuvieron su vuelo sobre el tapiz de madreselvas de la glorieta.
Los moradores estaban hechizados. Papá Noel murmura que él no sabe regalar niños escondidos…
La tarde se puso gris, asomaba una tormenta. Las golondrinas inquietas, empezaron a aletear y a volar en círculos. Atentas a su brújula, atravesaron las nubes rumbo al norte.
Una ráfaga de viento trajo de vuelta a tierra a la araña y su colorido tejido en un dos por tres.
Las hadas escondieron rápidamente la pianola y cada habitante del jardín buscó su refugio para la ocasión. El pino se dobló para proteger al rosal.
Las hadas estaban contrariadas. Llovía. Los antiguos moradores de la vieja casona lo observaban todo desde la ventana que daba al jardín.
La lluvia cesa. El jardín enmudece…
Mariela, Desde Mi Ventana...

1 comentario:

Alicia dijo...

Papá Noel no sabe regalar niños escondidos.... seguramente, cada uno de nosotros, deberá abrir las puertas de su corazón y dejar salir al niño que nos habita, para que pueda jugar con las hadas, en ese maravilloso bosque que lo está esperando....

Un beso Mariela, un placer leerte.